Ayer cuando bajé a desayunar encendí el fuego de la primera llave de la estufa para calentar los huevitos que con tanto cariño me habían dejado (ajá), giré para lavar un plato y en eso una llamota me calentó la espalda. Asustada volteé y me percaté que otra de las llaves estaba completamente abierta. Lo peor de todo es que había estado abierta por más de 4 horas, calculando el momento en que me quedé sola en la casa.
Me salvó que la puerta de la cocina posee unas rendijitas por lo que todo el tiempo tiene circulación de aire y el gas tenía escapatoria, de lo contrario habría tenido un final horrible. Muerta por asfixia mientras dormía ignorando el peligro o con quemaduras mientras me rugían las tripas, no sé qué es peor.
Analizando la situación, el fuego tardó en prender debido a que el gas estaba lejos, si hubiera estado cerca habría prendido en el instante en que encendí el cerillo. Otra cosa que fue favorable a mi suerte es que el gas tiende a subir. Lo curioso es que no percibí en ningún momento el olor tan característico que le ponen.
La causa, seguramente el niño del chico que impermeabilizaba giró la llave mientras jugaba sin supervisión (There, irresponsabilidad de adultos). Aunque papá ya regañó a todos los miembros de la casa...
A mí sólo me alegra poder tener otro día maravilloso en mi vida... en el que me pondrán a trabajar. Ya me voy. ¡Saludos!
